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miércoles, 25 de marzo de 2015

Concierto para violín en Re Mayor Op. 77 - Brahms

Entre todas las obras mayores de Brahms, el Concierto para violín es la que muestra más acabadamente la reconciliación de las dos faces opuestas de su mente creadora: la lírica y la constructiva, Brahms el compositor de canciones y el sinfonista. Este concierto -como mejor que ninguno acierta a decir Hubert Foss- es "una canción para violín a escala sinfónica" y se ubica junto a las obras de idéntica forma de Beethoven y Mendelssohn, como uno de los más grandes conciertos para violín del siglo XIX.
Con la excepción de Joseph Joachim, los músicos de la época de Brahms lejos hubiesen estado de coincidir con los conceptos de Foss. Para sus primeros intérpretes, presentaba insalvables dificultades técnicas que hicieron apuntar al gran director Hans von Bullow, que no se trataba de un concierto para violín, sino en contra de tal instrumento. Juicio que, según Tovey, otro gran músico, el violinista Bronislaw Huberman -virtuoso soberano del dorado período entre las dos guerras mundiales- se encargó de corregir con fortuna igualmente escasa: "El Concierto de Brahms, ni es contra el violín, ni es un concierto para violín y orquesta. Es para violín contra orquesta. . .   y gana aquel".
Lo cierto es que el Concierto en Re mayor, si bien erizado de dificultades, se caracteriza por un notable sentido del balance entre solo y tutti. Brahms compuso la mayor parte de la partitura en 1878, durante el segundo de los tres veranos pasados en Portschach, aldea vecina a la frontera italiana, en las montañas de Carinthia, junto al lago de Wörther. El año anterior había escrito allí su Segunda Sinfonía, que comparte con el concierto la misma radiante fisonomía y la misma tonalidad y ese verano, dejó de lado el Segundo Concierto para piano para trabajar en el de violín.
Había planeado cuatro movimientos, tal como hizo con el Concierto en Si bemol, pero a sugerencia de su amigo Joachim, descartó los dos centrales para sustituirlos por el actual Adagio, incluyendo el Scherzo primitivamente esbozado en el Segundo Concierto.
Finalizada la obra, puso la parte de violín en manos del famoso virtuoso, con el objeto de que ésta se ajustara a las posibilidades técnicas del instrumento, consulta que corrientemente hacen los compositores cuando ellos mismos no son ejecutantes. Con la mayor modestia, adjunto a la música la siguiente nota: "Por supuesto, es mi deseo que corrija la partitura sin miramientos por la calidad del conjunto y si no la encuentra aceptable al ejecutarla, me lo diga. Le agradeceré me indique los pasajes difíciles, embarazosos o imposibles de interpretar". Fue un raro gesto por parte del músico, índice de la confianza que le inspiraba el juicio del artista. No obstante, luego de recibir de vuelta la partitura con las indicaciones marginales de Joachim, no parece haberlas tomado muy en serio. La reacción de Brahms se asemejó a las de Beethoven cuando, refiriéndose a las limitaciones técnicas de los instrumentistas, exclamaba: "¡Los ignoro a Uds. . . violinistas cuando me siento poseído por el espíritu!"
Karl Geiringer, quien estudió el manuscrito con las posibles enmiendas de Joachim, en la Biblioteca del Estado Prusiano, señala en su biografía del compositor que "el resultado de todas las sugestiones del gran violinista, dirigidas en su mayoría a excluir excesivas dificultades de la parte solista, es poco apreciable".
Cualquiera hubiese sido la íntima opinión de Joachim sobre el producto final, lo cierto es que se constituyó en su más rendido defensor. Al respecto, luego del estreno del Concierto en Leipzig, el 1º de enero de 1879, escribía el crítico musical del Leipziger Nachrichten: "Joachim tocó con un amor y devoción que demostraron en cada compás la participación directa o indirecta que tuvo en la obra".
Max Kalbeck, que luego escribiría un estudio de la obra de Brahms en ocho volúmenes, ha dejado una divertida anécdota de la premiere del Concierto en Re. Al parecer, el compositor y director en la ocasión llegó tarde, muy tarde para cambiar sus ropas de calle por el frac de rigor. Se vio obligado a subir al podio con sus pantalones grises de diario a los que, para peor, se había olvidado de sujetar con tiradores. La Providencia mantuvo sus pantalones en alto, pero sus agitados movimientos de brazos llevaron a su camisa a una desacostumbrada prominencia, "y este chisme como para desatar la carcajada no estaba calculado para levantar nuestro ánimo".
De los tres movimientos que en definitiva componen la obra, el primero comienza por evitar el tradicional patrón de la doble exposición. Cuando llega su turno, luego de unos cien compases de introducción, el solista se hace presente con un diseño virtuosístico que, contrariamente a lo que era de esperarse, no está basado en el tema principal. Recién posteriormente se aproxima a éste, elaborándolo aún más que lo que la orquesta lo había hecho al comienzo. La manera en que el violín acaricia los contornos melódicos de los varios motivos cantables, es, como bien lo subrayara Lawrence Gilman, "inolvidable". Para este registro, David Oistrach ha elegido la brillante cadenza de Joachim, la más usada por otra parte, aunque no faltan otras.
Según Max Bruch, la trémula melodía del oboe en el Adagio central, deriva de una canción folklórica bohemia. Sea como sea, Brahms le saca sorprendente partido. El segundo tema, anunciado por el violín, está bordado en exquisito diseño. "Aún pese al amplio rango de tonalidades y contrastes por el que hemos pasado -confiesa, admirado, Sir Donald Francis Tovey- no podemos disipar la impresión de que todo el movimiento es una sola melodía ininterrumpida".
Como muchos movimientos brahmsianos, el virtuosístico final posee cierto sabor hungáríco, si bien su ritmo no es rígidamente magyar. El violín solista propone al principio el viable tema de rondó en terceras y se presentan luego dos motivos episódicos, uno bullicioso y el otro gentil y encantador y, además, ceñido al compás de 3/4. Aquí la cadenza, a diferencia de la anterior, está cuidadosamente escrita, más aún, es acompañada o intenta serlo ya que la orquesta insinúa al solista la impaciencia del tema principal por regresar, lo que éste hace bien pronto en una ardorosa peroración con apariencia de marcha.

http://www.refinandonuestrossentidos.com/johannes-brahms/#a



martes, 16 de diciembre de 2014

Brahms y la música de cámara

 

 

Otro aspecto que contrastaba con la tendencia de la época y que Brahms exploró y expandió de manera significativa fue la Música de Cámara. Veinticinco obras publicadas constituyen su más profundo legado. En manos de Brahms la música de cámara logró una personalidad única; Es aquí donde se refleja uno de los más altos desarrollos creativos de Brahms. Además en este género es donde más se refleja su predilección por innovar dentro de la tradición. Por ejemplo, todo trabajo excepto uno comienza con una compleja forma sonata-allegro; sólo el Trío de Trompa Op.40 es diferente, al comenzar con un Andante con estructura de rondó. También sus finales, en su mayoría, en forma sonata, casi siempre en un tiempo más marcado que los movimientos iniciales, estando precedidos por introducciones dramáticas y lentas. Se excluye de tal tendencia el tercer Cuarteto de Cuerdas Op.67, el Quinteto de Clarinete Op. 115 y la segunda Sonata para Clarinete y Piano; éstos concluyen con variaciones de un tema. Los dos primeros tienen la cualidad de finalizar el ultimo movimiento con el tema que comienza la obra. La mayoría de sus trabajos de cámara están estructurados en cuatro movimientos. En trece de ellos un movimiento lento precede a uno con tempo tipo danza (o su substituto); en otros siete trabajos la estructura es a la inversa. Los movimientos lentos del segundo Sexteto de Cuerdas Op.36, el segundo Trío de Piano Op.87, son variaciones de un tema; de otra parte que predomina es la forma ABA. Aunque no todo el tiempo utilizaba el calificativo 'scherzo', muchas de las obras -que no lo usan- contienen un movimiento que, aunque sin llamarlo así, muy bien se adhiere a esta tradición. Por otro lado el 'Quasi Menuetto' es utilizado en el Cuarteto en la menor Op. 51 no.2; Y el Cuarteto de Cuerdas Op. 51 no.1 y el tercer Trío de Piano Op.101, ambos en do menor, Brahms utiliza tiempo binario en vez de ternario, en los habituales dos movimientos internos. Hay cinco obras donde Brahms utilizo el formato de tres movimientos; La primera Sonata para Violonchelo Op.38 -la cual incluye un 'Quasi Menuetto' y no tiene movimiento lento (por lo menos publicado, pues sí lo compuso) ; La primera Sonata para Violín y Piano Op.78 excluye el movimiento tipo "danza"; el primer Cuarteto de Cuerdas Op.88 y la segunda Sonata para Violín y Piano Op.100 combina elementos de los movimientos internos tradicionales en un movimiento central; y la segunda Sonata para Clarinete y Piano concluye, como antes mencionado, con variaciones en un tempo lento moderado. 

El papel que jugó Brahms en su época fue de suma importancia pues mantuvo la tradición de la música de cámara en momentos donde la atención estaba orientada hacia el drama musical y los poemas sinfónicos. Aun así Brahms no estaba solo pues muchos de sus amigos -pertenecientes a su circulo profesional- como Carl Reinecke, Bernard Scholz, Otto Dessof, Robert Fuchs y Heinrich von Horzogenberg, contribuyeron al ambiente musical con obras de cámara, las cuales eran ejecutadas en distintos conciertos privados y públicos, en ciudades donde la influencia política estaba del lado de estos "conservadores". Pero en el caso de ellos al entrar el siglo XX sus obras quedaron casi olvidadas. Con Brahms fue distinto. Quizás fue el aspecto serio y disciplinado con que utilizo el lenguaje tradicional y la calidad e innovación con la que lo introdujo, lo que hizo mas tarde que compositores como Schoenberg lo considerasen un progresista. La cualidad de Brahms para construir temas basándose en el principio de lo que se conoce en ingles como 'developing variation' y que se encuentra inmerso en la densidad temática unificadora y en su complejo esquema temático, representa probablemente el estado evolutivo entre la balanceada forma arquitectónica de finales del siglo XVIII y la estricta forma lógica de la teoría dodecafónica de Schoenberg. Especialmente será la música de cámara la que se nutrirá de ese argumento. 

Sin embargo la crítica de la época fue injusta con la música de cámara de Brahms. Algunos, como Eduard Hanslick , argumentaban que sus temas eran "insignificantes, dándole mas importancia a la viabilidad contrapuntistica que al motivo mismo, produciendo un sonido seco y prosaico". Otros como Ludwig Bishoff no concebían la "complejidad rítmica y armónica que hacia difícil inclusive reconocer alguna tonalidad". En el presente la música de cámara de Brahms es repertorio de gran popularidad entre el público amante de la música seria. Sus obras de cámara son estudiadas a fondo para lograr un mejor entendimiento musical no solo del Romanticismo, sino de la filosofía musical en general. Tanto un compositor como un instrumentista debe analizar la música de Johannes Brahms para poder entender y visualizar las formas musicales, su evolución, y la importancia de trazar ciertos márgenes a la música para que ésta no se salga del contexto matemático que la envuelve. 
A continuación un breve análisis de una de las ultima obras de cámara que Brahms compuso: el Quinteto de Clarinete en si menor Op.115.

En diciembre de 1890 Brahms le envió a su publicador Fritz Simrock su Quinteto de cuerdas Op.111 y la revisión del Trío de Piano Op.8 (1854). A sus 57 años, Brahms anunciaba en una carta adjunta a las piezas, su intención de retirarse de la composición porque según él "…era tiempo de parar…". Pero esos dos trabajos distaban de lo que realmente iban a ser sus últimas obras. Pocos meses después (verano 1891) inspirado por la experiencia de haber escuchado al clarinetista principal de Orquesta de la Corte de Meininegen, Richard Mühlfeld, Brahms compuso el Trío en la menor para Piano, Clarinete y Violonchelo Op.114, y el Quinteto para Clarinete y Cuerdas Op.115. Tres años después compuso las dos Sonatas para Clarinete y Piano en fa menor y mib mayor, Op.120. Con estas obras cerró Brahms su larga producción de música de cámara, y su vida como compositor. Ésta anécdota le hace eco a un suceso muy parecido con W.A. Mozart. Éste conoció al clarinetista Anton Stadler, resultando tal encuentro en la composición de sus últimas dos obras maestras: el Quinteto para Clarinete y Cuerdas K.581, el Concierto para Clarinete y Orquesta, K.622. Probablemente fue su admiración por los clásicos lo que llevó a Brahms a escoger la combinación de clarinete y cuerdas. 
El Quinteto Op.115 de Brahms es una de las obras de mayor distinción que hay en el repertorio de música de cámara; la impresión que dejó en el público de la época fue profunda. Después de publicado en 1892, se publicó arreglada para piano a cuatro manos; como sonata para violín y piano y como sonata para clarinete y piano. Inclusive en el estreno de la obra que contó con la participación del Cuarteto Joachim y Münhfeld en el clarinete, se tuvo que repetir el apacible segundo movimiento. 

 


http://www.clariperu.org/Quinteto_Brahms.html#quinteto



viernes, 31 de octubre de 2014


Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 de Johannes Brahms

Brahms comenzó el Segundo Concierto para Piano en la primavera de 1878 y lo terminó en el verano de 1881. El compositor mismo actuó como solista en el estreno, que dirigió Hans von Bülow en Zurich, el 27 de noviembre de 1881. La obra merece ser escuchada por lo que es, un gran concierto romántico para piano y orquesta. No es un concierto clásico, no es una sinfonía con piano y no es la reencarnación de un concierto para piano de Beethoven. Es completamente brahmsiano y es una obra maestra dentro de la literatura de conciertos.

A Brahms le llegó una oportunidad de oro en 1881. El distinguido director Hans von Bülow, que había sido un campeón de la música del "otro campo" -Wagner y Liszt- había caído recientemente bajo el hechizo de la música de Brahms. Von Bülow, en parte por razones musicales y en parte por razones personales, puso ahora todas sus energías en la promoción de las obras de Brahms. Uno de los resultados de este hecho fue que el director puso a disposición del compositor la Orquesta de Meiningen, no sólo para las presentaciones sino como laboratorio de pruebas para las obras que estaban en proceso de composición. Semejante oportunidad fue (y todavía es) algo insólito para un compositor y Brahms se apresuró a aprovechar la extraordinaria generosidad de Von Bülow.

El compositor estaba trabajando en el Segundo Concierto para Piano y se mudó a Meiningen con el propósito de utilizar los servicios de la orquesta. Von Bülow y los músicos de Meiningen ejecutaron el estreno. El entusiasmo de Von Bülow por esta música fue enorme y arregló las siguientes giras del concierto para llevar la nueva obra ante los auditorios de toda Europa.

Brahms consideró el concierto con su habitual autodesaprobación. Le escribió a su amiga Elisabeth von Herzogenberg: "Quiero decirle que he compuesto un muy pequeño concierto con un muy pequeño scherzo. Está escrito en la clave de Si bemol mayor y me temo que he exigido mucho y demasiado frecuentemente de esta ubre, que en muchas ocasiones ha dado tan excelente leche."

Este "muy pequeño concierto" es probablemente el concierto para piano más extenso de la literatura normal. El "muy pequeño scherzo" es un movimiento completamente desarrollado entre los movimientos primero y lento Por lo tanto, el número de movimientos es un atípico cuatro.

Muchas tonterías se han escrito acerca del Segundo Concierto. Debido a que tiene cuatro movimientos, muchos escritores lo han situado dentro de la tradición sinfónica, algunos incluso han llegado a llamarlo un "concierto-sinfonía". Si bien es cierto que su alcance es sinfónico y que le faltan las cadenza: del concierto, y si bien tiene un movimiento de tipo scherzo, está basado en los conceptos de concierto en toda su extensión. La idea de diálogo, establecida al comienzo con el piano respondiendo al corno francés, constituye la esencia tanto del concierto clásico como del romántico.

Otra idea infundada sobre el concierto es que representa un ejemplo tardío del clasicismo. Si bien es seguramente cierto que Brahms anhelaba ser un clásico y que en muchas obras siguió el modelo de Beethoven al acecho, pero la influencia es bastante menos pronunciada que en muchas otras composiciones de Brahms. El Segundo Concierto es absolutamente romántico. Cualquier gesto de aproximación al clasicismo es superficial. Es una obra grande, a menudo rapsódica, con muchos temas que aparecen a veces casualmente entretejidos (la estructura no es en realidad tan libre como parece, pero el efecto es decididamente divagador). De hecho, originalmente Brahms había indicado frecuentes modificaciones leves del tiempo, a la manera romántica, pero luego las suprimió porque le pareció que los ejecutantes las seguirían demasiado literalmente.

Otra concepción errónea acerca del concierto es que no constituye una pieza de exhibición para el piano. Si bien es cierto que el tono de intimidad nunca está ausente demasiado tiempo, Brahms tenía suficiente capacidad para transmitir esta intimidad aun a través de figuras pianísticas deslumbrantes. La partitura para el piano es maravillosamente variada y extraordinariamente difícil y a menudo pone de relieve el talento puramente físico del solista.

En ocasiones, los comentaristas han acusado a Brahms de que su orquestación es insulsa. Esta es una aseveración exagerada. Su utilización de la orquesta es invariablemente clara y funcional y, en algunas obras, muy colorida. Pero sí es verdad que, en este concierto, su paleta orquestal no contiene las combinaciones inventivas de un Berlioz o de un Mendelssohn. Sin embargo, el estilo de orquestación de Brahms se adecua perfectamente a los conceptos del concierto. La escritura para piano es brillante y variada, está sutilmente matizada y bellamente realizada; de hecho, la "orquestación" del piano es absolutamente maravillosa. Pero ni siquiera la más bella partitura para piano puede competir con la orquesta en lo que respecta a diversidad. No obstante, al evitar los extremos de color de la orquesta, Brahms pone las dos fuerzas -el piano y la orquesta- en pie de igualdad. Cada uno de ellos tiene un espectro comparable de colores. El resultado es un diálogo equilibrado entre iguales, un ideal al que se apunta en muchos conciertos, pero que rara vez ha sido alcanzado tan bien como en este.

El enorme primer movimiento contiene muchos temas, que están unificados por la figura simple de tres notas que abre la obra. El segundo movimiento, el scherzo "agregado", está lleno de la habitual fineza rítmica de Brahms. El movimiento lento continúa la exploración de las irregularidades rítmicas, aunque de un modo reticente; los seis tiempos de un compás algunas veces se agrupan en 3 4- 3 y algunas veces en 2 4- 2 + 2. El final, con sus tonadas y ritmos húngaros, es la parte que más se aproxima a un movimiento rápido resuelto, pero aun en este prevalece la atmósfera de intimidad.

Después del estreno no totalmente exitoso de su Primer Concierto para Piano, una obra mucho más abierta, Brahms había dicho: "Mi segunda obra sonará muy diferente." Veintidós años más tarde cumplió su profecía con una obra bella, tranquila, íntima y sin embargo grande y poderosa, muy diferente de su apasionada anterior. El Concierto Número 2 para Piano merece ser escuchado por lo que es, un gran concierto romántico para piano y orquesta. No es un concierto clásico, no es una sinfonía con piano y no es la reencarnación de un concierto para piano de Beethoven. Es completamente brahmsiano y es una obra maestra dentro de la literatura de conciertos, a pesar de que el compositor haya dicho sobre ella que se trataba de un esfuerzo modesto.


http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/concierto-para-piano-y-orquesta-n-2-de-johannes-brahms/




sábado, 4 de octubre de 2014

Concierto de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe – 03/10/2014

 

El Op.15 de Brahms (concierto para piano nº1)


Quiero empezar con el Op.15 de Brahms, el concierto para piano nº1 en re menor, ya que desde que lo escuchara por primera vez en una impetuosísima versión con Barenboim y Sir John Barbirolli, se convirtió en una de las piezas que más me turbaron y me incitaron a seguir explorando en el repertorio. Recuerdo el gran impacto que me causaba el inicio del concierto, tan oscuro, tan dramático que me sobrecogía, después el movimiento lento, como un oasis de calma lleno de lirismo y melancolía, para volver a desatarse en el último movimiento, que es como una danza frenética e impetuosa.

El Concierto para Piano Número 1 fue compuesto entre 1854 y 1858. Brahms fue el solista del estreno, que dirigió Joseph Joachim en Hanover, el 22 de enero de 1859. Se puede afirmar que la emocionalidad del concierto es su rasgo más interesante, porque fue el último trabajo de la etapa temprana y apasionada de Brahms. Nunca más permitió él que su espíritu romántico se expresara con tanta libertad.

Johannes Brahms tenía recién 20 años cuando por primera vez le mostró algunas de sus composiciones a Robert Schumann. Este se sintió tan impresionado que salió de su retiro como crítico musical para escribir un artículo especial en alabanza de Brahms. En su crítica profetizaba que el joven compositor “revelaría su maestría no por el desarrollo gradual sino que brotaría como una fuente, así como salió Minerva, completamente armada, de la cabeza de Júpiter… “.

Era una gran alabanza para un compositor joven que no había escrito más que música de cámara y algunas obras para piano. Brahms súbitamente se encontró empujado frente al mundo musical, teniendo que mantener una reputación. Sintió que tenía la obligación de intentar componer una sinfonía, y así se lo escribió a Schumann en enero de 1854: “He estado entrenando mi mano en una sinfonía el pasado verano e incluso he orquestado el primer movimiento y compuesto el segundo y el tercero.”

Al mes siguiente, Schumann, que padecía de una enfermedad mental, se arrojó al Rhin. Fue rescatado, pero debió pasar los dos años y medio restantes de su vida en un manicomio. Brahms quedó desolado. Se mudó a la casa de Schumann para tratar de ayudar a cuidar a Clara Schumann y sus hijos. Desarrolló un profundo sentimiento respecto de Clara, de la que se enamoró, pero quien al mismo tiempo representaba para él también una figura maternal. Continuó trabajando en su sinfonía e hizo un retrato musical de Clara en el movimiento lento.


Brahms recibió ayuda de su amigo Julius Grimm para la orquestación. Sin embargo, el compositor no estaba satisfecho. Sentía que todavía no estaba preparado para intentar una forma tan monumental como la sinfonía. Su verdadera primera sinfonía no habría de quedar concluida hasta 22 años más tarde. Modificó la sinfonía inicial y parcialmente terminada y la convirtió en una sonata para dos pianos, que interpretó con Clara. También se la escuchó interpretar junto con Grímm. Pero todavía se sentía insatisfecho. Grimm le sugirió combinar sus dos ideas y hacer un concierto para piano. La idea parecía posible y el compositor se puso a trabajar nuevamente en la revisión. Volvió a escribir los primeros dos movimientos para piano y orquesta, pero sustituyó el tercer movimiento con un final nuevo. El movimiento desechado finalmente se convirtió en el coro de “Ved toda la carne” del Réquiem Alemán.

Para la primavera de 1858 el concierto estaba casi listo. Brahms tuvo oportunidad de probarlo en un ensayo. Introdujo otras modificaciones. Seguía sin estar totalmente conforme y dudó en presentarlo ante el público, pero finalmente se decidió a seguir adelante con dos presentaciones programadas para enero de 1859. En el estreno, dirigido por Joseph Joachim, la audiencia escuchó cortésmente, pero con poca comprensión o apreciación. Cinco días más tarde Brahms lo ejecutó en Leipzig y le escribió a Joachim sobre su fracaso:

“Mi concierto ha sido un brillante y decisivo… fracaso… El primer ensayo no despertó ningún tipo de sentimiento ni en los ejecutantes ni en la audiencia. Al segundo no acudió público alguno y a ningún ejecutante se le movió siquiera un músculo de la cara… Por la noche… el primero y segundo movimientos se escucharon sin que surgiera la menor demostración de sentimiento. Al final tres pares de manos se unieron muy lentamente, en tanto que un silbido perfectamente reconocible de ambos lados prohibió cualquier otro tipo de demostración… Este fracaso no me impresionó en absoluto. Después de todo, sólo estoy experimentando y sintiendo mí forma. De todos modos, el silbido fue demasiado. A pesar de todo, el concierto hallará aprobación cuando yo haya mejorado su estructura corporal y el próximo va a sonar muy diferente.”

El carácter turbulento y dramático de la pieza resulta evidente de inmediato. El vigoroso motivo de la apertura, aunque está ausente durante gran parte del primer movimiento, hechiza incluso los temas secundarios más líricos, de modo que no podemos estar muy convencidos de la aparente paz. Durante la mayor parte de la exposición, el piano y la orquesta tienen temas separados. El proceso del desarrollo es en parte el proceso de la integración. El segundo tema es particularmente bello y se lo escucha primero solo en piano. Aunque este vasto movimiento atraviesa muchos estados de ánimo, su pasión meditativa y subyacente se experimenta a lo largo de toda su extensión.

El segundo movimiento intenta, mediante su suavidad expansiva, disipar la intensidad del primero. Pero queda una corriente subterránea de tensión recordada, porque el movimiento lento está moldeado en la métrica del movimiento de apertura (6/4) y la clave (Re mayor como opuesta a Re menor, aunque el primer movimiento dedica largo tiempo a la clave mayor justo antes del final). El ritmo constante sugiere un himno.

El final es un rondó gitano húngaro, con varios temas, dos cadencias y un fugato de desarrollo. En la coda se produce una transformación del tema principal en marcha lenta en modo mayor.




miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sexteto de cuerda n.º 2 (Brahms)

El Sexteto de cuerdas n. º 2 en sol mayor, opus 36 de Johannes Brahms fue compuesto durante los años 1864-1865 y publicado por la empresa de Fritz Simrock. Fue estrenado en Boston, Massachusetts, el 11 de octubre de 1866.

La obra está compuesta para dos violines, dos violas, y dos chelos, y tiene cuatro movimientos:
I. Allegro non troppo
II. Scherzo - Allegro non troppo - Presto giocoso
III. Adagio
IV. Poco allegro

Brahms realizó la mayor parte de la composición en el entorno confortable de Lichtental, cerca de Baden-Baden. Según el biógrafo de Brahms Karl Geiringer, oculta una referencia al primer nombre de Agathe von Siebold (de la que estaba enamorado en esa época) en el primer movimiento
.
El compositor sueco Kurt Atterberg compuso un arreglo a partir del sexteto de cuerdas en 1939

Wikipedia


domingo, 14 de septiembre de 2014

Concierto de la Orquesta Sinfonica de Santa Fe Sábado 13 de Septiembre de 2014

PROGRAMA
J. Brahms: Danzas Húngaras: 1 y 17

Danzas húngaras (Brahms)

Las danzas húngaras (alemán: Ungarische Tänze) de Johannes Brahms (WoO 1), es un grupo de veintiuna alegres danzas, basadas su mayoría en temashúngaros. Las danzas 11, 14 y 16 son originales. Duran entre uno y cuatro minutos. Brahms originalmente las compuso para piano a cuatro manos, y luego arregló diez de ellas para piano solo, y algunas otras (números 1, 3 y 10) para orquesta. Varios compositores, en especial, Antonín Dvořák, han orquestado las demás. Quizás la más conocida es la Danza Húngara n°5 en fa sostenido menor (sol menor en la versión orquestal).

De todas las Danzas húngaras se han hecho innumerables versiones clásicas, acústicas, con nuevas tecnologías. En ellas se encuentran algunas de las piezas más populares del compositor. Además, las danzas húngaras influenciaron a muchos compositores clásicos en la composición de sus obras, en especial aAntonín Dvořák, claramente apreciable en su serie de Danzas eslavas.


jueves, 3 de julio de 2014

"Tragedia con una insuperable variedad de expresión y poder de clímax". "Una procesión fúnebre que se mueve en silencio, en las alturas a la luz de la luna". "Elegíaco y meditativo". "Desolación sombría y atmósfera místicamente sobrenatural". "Vigor y nobleza que a menudo es verdaderamente heroica". "Los reinos donde la alegría y la pena se sosiegan". "Regocijo tenaz". "Bajo la sombra de un destino inevitable". "Espiritosa y gozosa"."Tragedia silenciosa y alegría sobrenatural". "Profundamente honesta"...